Batalla de Tumusla

La batalla de Tumusla, ocurrida el 1° de abril de 1825, representa un episodio crucial en la lucha por la independencia de Charcas. A pesar de su importancia, esta batalla ha sido relegada en la historiografía tradicional, la cual ha considerado la batalla de Ayacucho como el cierre definitivo del conflicto independentista en Sudamérica. Sin embargo, la guerra persistió en Charcas, liderada por el realista Pedro Antonio de Olañeta, quien, a pesar de las capitulaciones firmadas por el general Canterac, continuó con la resistencia en contra del Ejército Libertador.
Para comprender mejor los acontecimientos, es fundamental conocer el contexto de la época. Entre 1824 y 1825, antes de consolidarse la independencia, Bolivia era conocida como Charcas, aunque también se le denominaba Alto Perú.
A nivel continental, el mapa político era complejo. La República de Colombia, denominada por los historiadores como "Gran Colombia", abarcaba los actuales territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Al mismo tiempo, el Imperio del Brasil, bajo el gobierno de Pedro I, se había independizado del Reino Unido de Portugal y Algarve. En Chile, Bernardo O’Higgins había renunciado, mientras que en las Provincias del Río de la Plata se carecía de un liderazgo claro. En este contexto, las regiones de la Audiencia de Charcas atravesaban un proceso de reconfiguración política y social.
En el interior de las provincias, la crisis era profunda, marcada por un clima de anarquía y una delgada línea entre la fidelidad a la Corona Española y la insurgencia patriota. En este escenario, la figura del general Pedro Antonio de Olañeta adquiere un papel central. Más allá de polémicas estériles, un análisis objetivo de la historia permite situarlo en un lugar clave, si no determinante, dentro del proceso de independencia.
Índice
ANTECEDENTES
Durante mucho tiempo, la historiografía oficial sudamericana consideró la batalla de Ayacucho como el desenlace definitivo de la lucha por la independencia. De acuerdo con Eufronio Aranibar, este enfrentamiento representó “la victoria más completa” que consolidó la soberanía de las nuevas naciones sudamericanas. La capitulación del general realista José de Canterac tras la batalla estableció que todas las tropas españolas en el Perú debían rendirse y entregar su armamento hasta la línea del Desaguadero.
Sin embargo, a pesar de la trascendencia de Ayacucho, el conflicto bélico continuó en el territorio de Charcas. Un factor determinante en esta prolongación de la lucha fue la actitud del general realista Pedro Antonio de Olañeta, quien desconoció la capitulación de Canterac y persistió en su resistencia contra los patriotas.
“En diciembre de 1823 se produce la insurrección del general Pedro Antonio de Olañeta contra la autoridad del virrey La Serna quien, dos años antes, se había apoderado del mando mediante un operativo militar que tuvo lugar en el villorrio de Aznapuquio, cerca a Lima. Aguilera, desde sus posiciones en Santa Cruz, otorga su pleno respaldo a Olañeta (…)” (Roca, Pág. 638, 2007). La fractura del régimen dentro de la Audiencia de Charcas y el consecuente debilitamiento del poder fueron factores determinantes que allanaron el camino hacia la emancipación.
Olañeta, un ferviente defensor del absolutismo de Fernando VII, se oponía al liberalismo que había surgido en España y que también influía en algunos sectores realistas en América. Su postura lo llevó a distanciarse de la dirigencia del Ejército Real del Perú e incluso a sublevarse contra el virrey José de la Serna. Esta fractura interna debilitó la estructura militar realista y facilitó las maniobras estratégicas de Simón Bolívar, quien aprovechó la confusión para avanzar en el Perú, preparando el terreno para la victoria en Ayacucho.
Poco antes, la batalla de Junín, librada el 6 de agosto de 1824, había dado una contundente victoria a los revolucionarios de Bolívar sobre las debilitadas tropas de Canterac. Fue un combate cuerpo a cuerpo que se prolongó durante 45 intensos minutos, en los cuales ambos bandos se enfrentaron con sables y cuchillos. La intervención de los Húsares del Perú, liderados por Isidoro Suárez, resultó crucial. Finalmente, Guillermo Miller llevó la noticia del triunfo a Bolívar.
Por su parte, la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, consolidó el dominio de las fuerzas revolucionarias de Bolívar. En este enfrentamiento decisivo, los patriotas derrotaron a los ejércitos realistas del general La Serna, quien fue hecho prisionero por los insurgentes.
Mientras los patriotas consolidaban su dominio en el Perú, Olañeta seguía combatiendo en Charcas, donde la noticia de la derrota en Ayacucho se difundió rápidamente. La sublevación de Puno, la rendición de Arequipa y el avance del general Sucre hacia el sur hicieron que muchos soldados realistas desertaran o cambiaran de bando. En Cochabamba, el comandante Arraya lideró una insurrección contra Olañeta, y varios de sus oficiales comenzaron a cuestionar su liderazgo.
Frente a esta crisis, Olañeta intentó reorganizar sus fuerzas en Potosí, pero la situación era insostenible: se multiplicaban las deserciones y los recursos eran escasos. Para restablecer el orden, envió a su lugarteniente Valdés con 2.500 soldados a La Paz y Vallegrande, donde los comandantes López y Aguilera también habían abandonado la causa realista. A pesar de la adversidad, Olañeta decidió retirarse a la provincia de Chichas con los soldados que le quedaban, antes que capitular ante los patriotas.
Mientras tanto, en Chichas, el teniente coronel Hevia, uno de sus oficiales, se enteró de que el comandante Medinaceli había cambiado de bando y se unía a la causa independentista, justo cuando Sucre se acercaba desde el norte.
Estos acontecimientos marcaron el preludio de la batalla de Tumusla, en la que Olañeta, aislado y sin apoyo, encontraría su trágico final.

LA INTERVENCIÓN DE CARLOS MEDINACELI
El escritor Mariano Baptista Gumucio dedicó su libro “Atrevámonos a ser bolivianos” al novelista y crítico literario Carlos Medinaceli, descendiente del coronel Carlos Medinaceli Lizarazu, héroe de la batalla de Tumusla. Durante su investigación, Baptista Gumucio encontró correspondencia del militar con personajes clave de la independencia, como el general Pedro Antonio de Olañeta y los Libertadores Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Estos documentos evidencian la relevancia de la acción de Tumusla en la consolidación de la independencia altoperuana.
Carlos Medinaceli fue inicialmente lugarteniente de Olañeta y tuvo conocimiento de la capitulación firmada entre Sucre y José de Canterac tras la batalla de Ayacucho. Comprendió que las fuerzas patriotas, fortalecidas y con una victoria definitiva, avanzarían sobre Charcas, donde los realistas, debilitados por la derrota, la falta de recursos y la baja moral, no podrían resistir por mucho tiempo. Sin embargo, Olañeta persistió en la lucha con la esperanza de recibir apoyo del rey Fernando VII a través de Tarapacá.
Medinaceli, convencido de que la independencia era irreversible, decidió unirse a la causa patriota. Su adhesión no solo respondía a una evaluación militar, sino también a su convicción de que tenía derecho a participar en la creación de una nueva nación. Junto a sus guerrilleros, había defendido Charcas de las pretensiones de Lima y Buenos Aires, y entendía que era el momento de forjar una patria propia.
El 9 de enero de 1825, Medinaceli rompió definitivamente con Olañeta mediante una carta en la que expresaba su reconocimiento a la victoria patriota y su desacuerdo con la obstinación del líder realista. En ella, declaró que no apoyaría más la resistencia de Olañeta y que él y sus tropas se sumaban a la causa de la independencia. En paralelo, escribió a Sucre, felicitándolo por su triunfo en Ayacucho y manifestando su adhesión al Ejército Libertador.
El 1 de febrero de 1825, Medinaceli proclamó la independencia y autonomía de Charcas en la ciudad de Cotagaita. En su proclama, afirmó que el Alto Perú debía liberarse no solo de España, sino también de las influencias de los ex virreinatos del Perú y del Río de la Plata, reafirmando su postura autonomista. Convocó a otros líderes patriotas a seguir su ejemplo y advirtió que enfrentaría a quienes se opusieran a la independencia, incluyendo a Olañeta y sus seguidores.
Con el apoyo de guerrilleros y comandantes locales, Medinaceli organizó una fuerza considerable que incluía tropas de Chichas, Tupiza y Tarija, preparándose para el enfrentamiento final contra Olañeta. Estos sucesos marcaron el inicio de la fase final de la lucha por la independencia en Charcas, que culminaría en la batalla de Tumusla y la muerte de Olañeta en abril de 1825.
ACCIONES
Después de una agotadora marcha, las fuerzas de Pedro Antonio de Olañeta llegaron al mediodía del 1º de abril a las orillas del río Tumusla, donde las tropas de Carlos Medinaceli ya se hallaban atrincheradas. De inmediato, ambos bandos se desplegaron en formación de guerrilla, iniciándose las hostilidades alrededor de las tres de la tarde, las cuales se prolongaron hasta las siete de la noche.
Por momentos, el bando realista parecía llevar la ventaja gracias a su artillería; sin embargo, al caer la tarde, las fuerzas insurgentes lograron imponerse. Ante lo inevitable y a pedido de sus oficiales y tropas, Olañeta dispuso la rendición, la cual fue aceptada por Medinaceli.
La conmemoración del Bicentenario de la Batalla de Tumusla ha despertado un renovado interés en los documentos históricos que esclarecen la verdad de este episodio crucial. Más allá de las versiones que lo reducen a un simple motín o enfrentamiento, los partes de guerra —especialmente los de Antonio José de Sucre y Carlos Medinaceli Lizarazu— revelan detalles significativos sobre la batalla, así como las estrategias y complejidades militares que determinaron su desenlace.
En este contexto, compartimos a continuación fragmentos clave del "Parte Oficial de la Batalla de Tumusla", escrito por el coronel Carlos Medinaceli y dirigido al coronel José María Pérez de Urdininea, con el pedido de que lo remitiera al Mariscal Antonio José de Sucre.
Este parte oficial fue publicado en el periódico El Titicaca en marzo de 1877, siendo considerada la primera publicación sobre la batalla de Tumusla. En dicha edición se señalaba:
“Como El Titicaca, convertido en diario, dispone de mayor espacio, publicará con regularidad documentos inéditos de indiscutible valor histórico. Contamos, para ello, con dos archivos bastante abundantes. Hoy damos a conocer varios documentos desconocidos sobre la acción de Tumusla [1.º de abril de 1825], la última de la gran lucha por la independencia, que cerró definitivamente aquella era.”
PARTE OFICIAL DE LA ACCIÓN DE TUMUSLA
El despotismo impío quiso remachar nuestros grillos y agravar nuestras cadenas ¡Oh quién pudiera persuadir a los hombres a la verdad, y a la moderación, o retrogradar el tiempo para prevenirlos contra sus criminales proyectos con que se atraen los infortunios, y la venganza de la Divina justicia! Entonces no nos habrían puesto en los pesares y conflictos que hemos sufrido.
Penetrado de su desgracia por consideración a aquellos que tenía en singular aprecio, los he prevenido con gestiones amistosas que debieron alejarlos de la opresión, a que les conducía el arrojo de un temerario empeño. Un alineamiento, y más que todo el designio concertado de sostenerse á todo trance, los desvió de la razón, los hizo impenetrables á las insinuaciones más interesadas en favor suyo: y resueltos á envolver los Pueblos en las ruinas de una guerra desoladora, forjaron el funesto abismo en que yacen sepultados.
Ya conocerá U, que hablo del Ejército invasor á esta Provincia al mando de su General D. Pedro Antonio de Olañeta, cuya existencia no puede conservar. Nada omití, que no interpusiese en abono, suyo: nada alcanzó á suspender el alevoso y pérfido golpe con que me pretendió por víctima de sus iras. Mi corazón se reciente de su infortunio. El dolor me hizo verter lágrimas de compasión, y dejando calmar las impresiones del espíritu, me propongo ahora, se reconozcan en la serenidad de un juicio despejado los vigentísimos motivos que pudieron arrancar de mi tolerancia la decisión a una defensa que ha enarbolado el estandarte de la libertad, y adjudicado el laurel de la victoria al mérito, constancia y valor de los bravos Chicheños.
Los oficios números 1° y 2° justifican esta conducta, y el interés con que te invité á una capitulación, que pusiese a salvo su honor, sus intereses, su vida, su familia y la de todo el Ejército peruano comprometidas, y el bien general de tantos infelices, conducidos, contra los impulsos de su mismo sentir. Una proposición hija de mi ternura, y de mi aprecio hacia unos compañeros y amigos exaltó el fuego de su indignación. Cargó á marchas ligeras sobre mi pequeña fuerza; y avisado por mis espías por mis espías de este no esperado rompimiento, no me permitió el descuido en que descansaba mi inocencia, otro recurso, que arrostrarme con los primeros militares que tuve á la mano, dejando encargado al Teniente Coronel mayor D. Juan Bautista Vaspinegro me de alcance con la fuerza reunida. Llegué al punto de Escara cinco leguas de este Pueblo el 30 aá las 3 de la tarde. Destiné al oficial D. Leandro Miranda descubrirlo. A poca distancia lo tomo prisionero, y animado de mi escasa tropa, me atropelló con 100 Caballos y 200 Infantes que me obligaron á replegarme a la altura de una colina.
Situado el enemigo en la Posta del mismo Escara, me dirigió tres Parlamentos, induciéndome al allanamiento de nuestras diferencias, y protestando que no venía á pelear, sino á indagar el por qué había vuelto las armas contra él. Por sus preparaciones y movimientos opuestos diametralmente á su expresión, reconocí era un ardid engañoso, con que procuraba el tiempo para darse lugar á cortar mi retirada. Les contesté que era un oficial de honor, que mi palabra era sagrada é inalterable mi amistad y consecuencia: que no había faltado á la inviolabilidad de estas relaciones, que reconociesen la causa de la independencia, y que lo sostendría con todos los esfuerzos de mi partido en una Capitulación á que aspiraba el voto común, para terminar con glorias y ventajas propuestas la pesada lid, que ya tenía abatido, y agonizante el sufrimiento.
La noche interrumpió sus notables miras, y lo obligó á retirarse quince leguas al punto de Vitiche, á reunirse con el resto de sus tropas. Entonces marché á su retaguardia, hasta la abra de Tumusla donde se me reunió el referido Teniente Coronel Vaspinegro, y el Batallón de urbanos con su Comandante el Teniente Coronel D. Rudesindo Villegas con que pude contar con más de 300 hombres. Conseguí tomar el depósito de municiones, artillería y demás elementos de guerra en el centro de Tiata de que noticié á U.
(…) Avanzado el Río de Tumusla, no pensé que las operaciones del General Olañeta, fuesen tan rápidas. El 31 reconcentró y preparó toda su fuerza, y el 1º del corriente marchó sobre mí con muy cerca de 700; todos los emigrados y su familia. Aún eso me convencía de su temerario y cruel propósito. Esperaba que mis comunicaciones lo decidiesen al partido racional, y esa esperanza me retrajo de las emboscadas, con que pude batirlo. Mi reflexión fue ilusoria. Apenas me descubrió cargó, con tanta rapidez sobre mi débil e indefensible fuerza que me dispersó, y persiguió sobre veinte cuadras, donde tenía colocados á su retaguardia cien caballos. En medio de tanta agitación, y de los más amargos y acervos conflictos, encontré en estos un justo desaliento. Los llamaba al combate, y antes de terminar mi expresión era preciso volver á la cabeza de la poca Infantería que sostenía el fuego ya vacilante, porque mi separación le influía recelos de mi fuga. Corría adelante, volvía atrás sin otro fruto que reconocer por momentos los desconsuelos de mi ruina, y total exterminio: mis voces parece que exedían al estruendo de las armas. En el semblante de mis guerreros solo divisaba una confusión y aturdimiento, que cifraba mi desengaño. Ya declinaban mis alientos para sobrellevar el violento giro de ese vaivén. El fuego enemigo me había asilado por todos los flancos, y era preciso el morir.
Esta resolución reanimó mi espíritu para avanzarme a mi caballería, perorarla y exhortarla a una defensa sostenida. Al punto vi nacer aquel entusiasmo y placer que presagiaba y señalaba los triunfos, y por entre el vivo fuego que circundaba y afligía mis pocos combatientes, me precipité sobre las filas del grueso frente enemigo y lo rechacé hasta más allá de la banda del río, tomándole todo el batallón 1º de cazadores con 300 y tantas plazas que flanqueaban mis costados.
Organizados el desorden con que ocupó esta posición volvió con tal orden sobre mí, que me retrogradó como 12 cuadras. Clamé al Dios de los Ejércitos: me protegió e inspiró en mis humildes y subordinadas tropas cazadores de la victoria del Perú, Escuadrones de Uzares y cazadores montados aquella fortaleza con que a pocas horas prisionaron y arrollaron el presuntuoso orgullo del soberbio cuerpo de la Unión.
(…) Eran las 7 de la noche en que se presentó el mismo General Olañeta a la cabeza del resto de sus fuerzas a dar un nuevo aliento al incesante activo fuego con que se esforzaba la tiranía. Una bala que dirigió la Providencia para humillar la cerviz de la entronizada ira de entre cuatro hombres que a la orilla del Río sostenían el tránsito de cuarenta flanqueadores que destaqué para tomarlo por la derecha, lo arrancó del caballo, y desde la eminencia del cerro que ocupaba lo precipitó, chocando con los pedrones de su áspero faldío hasta arrojarlo en los planos del faldío del Molino.
Ignoraba este suceso porque me distraía de toda atención el empeño de proporcionar el paso a su flanco derecho; cuando se me hizo la seña de parlamento, y suspensión de fuego: se me presentó el primer ayudante del regimiento de la Unión Dn. Juan Bautista Barrera: me propuso capitulaciones, y después de haberme denegado a ellas con la justicia que manifiestan los antecedentes, y protestándoles que había de pasarlos a cuchillo, me recordó la humanidad que me es característica a todas las sensaciones de compasión, por un efecto y un efecto de generosidad y condescendencia con los suplicantes…
(…) El resultado de esta jornada ha consolidado los decretos de nuestra independencia y constituido en absoluta libertad los pueblos del Perú, a más de proporcionarnos la presa de todo el cargamento que contiene el inventario N.° 4: dejando en mi poder mortalmente herido al General Olañeta: cinco coroneles: seis tenientes coroneles mayores: diez comandantes: dos ayudantes, veintiún capitanes, treinta y un oficiales subalternos: sobre cuatrocientos de tropa, trescientos fusiles, catorce cañones montados, y tres sueltos con todo el tren: cajas de guerra y cometas como consta de la relación que tengo: aunque mi poca fuerza enteramente cansada, y maltratada, y la interrupción de la noche no me permitieron evitar la dispersión de los muchos prisioneros que se me han fugado, ni tomar razón de los muertos y heridos por la precisión de retirarme a Cotagaita a otros atendibles intereses.
Los jefes, oficiales y tropa que me han acompañado son dignos de toda consideración. El Batallón de cazadores de la victoria del Perú. El teniente coronel mayor Dn. Juan Bautista Vaspinegro por lo mucho que ha contribuido desde un principio al completo de esta felicidad: el capitanes Dn. Pedro Palo Acebey de la compañía de granaderos y Dn. Pedro Medrano de la de flanqueadores, los tenientes Dn. Francisco Recalde, encargado de la primera guerrilla, y Dn. Márcos Albornos, el subteniente Dn. José Santellán, y el sargento 1º con grado de subteniente Dn. Felipe Basan…
(…) Lo que manifiesto a US. para su satisfacción y complacencia; y para que atendidas mis actuales privaciones se digne trasmitirlo al Sr. General en Jefe del Ejército Libertador D. José Antonio Sucre en justo testimonio del amor a mi patria, y del grande interés que me anima por su felicidad.
Dios guarde a US. muchos años. Campo en Tumusla, y Abril 2 de 1825.– Carlos Medina Celi.–Sr. Coronel Comandante General Dn. José María Pérez de Urdininea.–»
A esta misiva, el Mariscal Antonio José de Sucre respondió lo siguiente:
“Potosí, 3 de abril
Al señor Comandante del Batallón de Cazadores
Coronel Carlos Medinaceli
Señor Coronel:
Acababa de escribir el oficio adjunto para V.S. cuando recibo su carta del 2 de abril con el detalle de la destrucción y muerte del general Olañeta. Este suceso ha puesto término a la guerra y V.S. ha hecho un gran bien a su patria. El Perú dará a V.S. bendiciones que harán el placer de su corazón.
Como no sabemos aún de Barbarucho ni de sus tropas, y que tal vez éste quiera molestar todavía estas provincias, he resuelto que el coronel Francisco O’Connor, jefe del Estado Mayor General del Ejército, siga con 1,300 infantes en dos batallones, y 450 caballos, que creo basten a exterminar los pocos enemigos que quedan y tranquilizar el país. V.S. se pondrá en comunicación con él, pues está encargado de dirigir las operaciones…
(…) Sírvase V.S. dar las gracias de mi parte a los jefes, oficiales y tropa de su columna que han concurrido al combate del día 1º. Tendré mucha satisfacción de dispensarles por la Patria las gracias a que sean acreedores luego que reciba las noticias y detalles de V.S…”
CONTROVERSIAS EN TORNO A TUMUSLA
El debate sobre la importancia de la Batalla de Tumusla en la independencia de Bolivia continúa entre los historiadores. Mientras algunos consideran que este enfrentamiento representó el golpe final contra el dominio español, otros sostienen que la presencia de Antonio José de Sucre en Charcas ya había asegurado la victoria patriota, lo que habría provocado deserciones en el ejército realista.
Históricamente, Tumusla ha sido minimizada en los relatos oficiales, otorgando el protagonismo de la independencia a Bolívar y Sucre. Se ha señalado que esta narrativa fue impulsada por los primeros líderes de la nación para legitimar su poder, entre ellos Casimiro Olañeta, sobrino de Pedro Antonio de Olañeta, quien negoció con Sucre para consolidar un Estado independiente en Charcas. Su reiterada traición a su tío pudo haber influido en la omisión de Tumusla en la historiografía oficial.
Un ejemplo de esta relegación es la escasa mención que hace Manuel María Urcullu en su obra “Apuntes para la historia de la revolución del Alto Perú, hoy Bolivia”, en contraste con el historiador español García Camba, quien en 1843 destacó la relevancia del enfrentamiento. Se ha especulado que la amistad entre Urcullu y Casimiro Olañeta influyó en este tratamiento marginal de la batalla.
Sin embargo, la trascendencia de Tumusla fue reconocida por figuras como José de Canterac, quien en 1829 la comparó con la batalla de Ayacucho, señalando que representó la ruptura definitiva entre Potosí y España. Asimismo, el escritor francés Louis Pascal Sétier describió la batalla ocurrida el 1 de abril de 1825, resaltando la intensidad de la lucha y la muerte de Olañeta al día siguiente.
En tiempos recientes, la polémica sobre Tumusla se reavivó con la publicación de “Tumusla, necropsia de un fraude” (2023) de Valentín Abecia López, quien sostiene que 14 cartas atribuidas a Carlos Medinaceli fueron falsificadas y que no hubo una batalla, sino un motín. Como contraparte, el investigador Juan José Toro y la obra “Memorias para la Historia de Bolivia” (1938) de Manuel Sánchez Velasco respaldan la versión de una batalla legítima en el que Medinaceli proclamó la independencia tras su victoria.
A dos siglos del hecho, la batalla de Tumusla sigue siendo motivo de debate, pero su impacto en la independencia de Bolivia es innegable.
¿BATALLA O MOTÍN? LAS PRUEBAS QUE CONFIRMAN LO OCURRIDO EN TUMUSLA
Entre el 30 de marzo y el 1 de abril de 1825, la región de Chichas, en Potosí, fue escenario de enfrentamientos que culminaron en la batalla de Tumusla, un hecho decisivo en la independencia de Charcas. Sin embargo, recientes debates han intentado reducir su importancia, calificándola como un simple motín.
El historiador Juan José Toro Montoya, tras casi una década de estudio y el análisis de más de 250 conjuntos de pruebas documentales, sostiene que Tumusla fue una batalla legítima. Su postura responde a un artículo publicado por el investigador Hugo Canedo Gutiérrez en el que, basándose en testimonios de oficiales realistas, concluye que el hecho careció de las características de una batalla.
El investigador rebate esta visión argumentando que los propios documentos de la época, incluidos 96 cartas del Mariscal Antonio José de Sucre vinculadas directamente con Tumusla, confirman la importancia militar del evento. Además, resalta que Tumusla tuvo una capitulación formal, lo que jamás ocurriría en un motín.
Para reforzar su tesis, menciona archivos encontrados en España donde oficiales realistas que participaron en los hechos describen lo ocurrido como la "Batalla de Tumusla". También subraya que las hostilidades fueron iniciadas por los realistas, lo que desmiente la idea de una insurrección interna.
El debate sobre Tumusla sigue abierto, pero las pruebas documentales parecen inclinar la balanza: lo sucedido aquel 1 de abril de 1825 fue una batalla determinante en el proceso independentista de Bolivia.
A pesar del relativo olvido en el discurso histórico oficial, el reconocimiento de Tumusla como un hecho crucial en la independencia de Bolivia se consolidó en tiempos recientes. El 24 de noviembre de 2014, la Ley Nº 606 declaró oficialmente la batalla de Tumusla como “Patrimonio Cultural e Histórico del Estado Plurinacional de Bolivia”. En dicha norma se establece que este enfrentamiento, ocurrido el 1 de abril de 1825, fue la última batalla que selló la independencia del Alto Perú, marcando el fin definitivo de la dominación española en el territorio que posteriormente se convertiría en Bolivia. Esta declaración no solo otorga a Tumusla el reconocimiento que merece dentro de la historia nacional, sino que también refuerza su importancia como un símbolo de lucha y sacrificio en la gesta independentista.
A través de la Revista AHORA, queremos rectificar nuestras publicaciones anteriores a la luz de nuevos hallazgos sobre la Batalla de Tumusla, un acontecimiento de gran trascendencia histórica que hoy, en su Bicentenario, merece ser conmemorado como la batalla definitiva que selló la libertad de la Patria.
Este 1º de Abril se conmemora 200 años de la batalla de Tumusla; Potosí tiene una extensa agenda para conmemorar esta batalla innegable de nuestra historia.
Fuentes:
-Ciclo de Seminarios Virtuales: "Batalla de Tumusla rumbo al Bicentenario de Bolivia", ponencia del historiador Lic. Juan José Toro Montoya: "Tumusla, la batalla innegable".
-Artículo: "Tumusla: Indudablemente batalla", publicado en Correo del Sur y escrito por el Lic. Juan José Toro Montoya.
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