La leyenda de la Kantuta

imagenes Leyenda de la Kantuta

Hace mucho tiempo, existían dos reinos poderosos: el del rey Illampu, que gobernaba las tierras áridas del norte, y el del rey Illimani, que reinaba en los fértiles valles del sur, conocidos como los Yungas. Ambos reinos vivían en paz y en la más profunda armonía.

Cada uno de estos reyes tenía un hijo nacido el mismo día. El nacimiento de ambos estuvo acompañado por la aparición de dos estrellas brillantes en el cielo: una roja y otra dorada. Por este motivo, Illampu llamó a su hijo Astro Rojo, e Illimani nombró al suyo Rayo Dorado. Curiosamente, cuando nacieron Illampu e Illimani, también se habían visto en el cielo dos astros blancos muy luminosos.

Cada noche, los reyes contemplaban con orgullo sus estrellas. Las suyas brillaban intensamente, mientras que las de sus hijos tenían un resplandor más tenue. Sin embargo, a medida que sus riquezas y conquistas aumentaban, también lo hacía el brillo de sus estrellas reales.

Pasaron los años, y con ellos creció el orgullo de los reyes. También aumentó la preocupación por el brillo de la estrella del otro. Poco a poco, los celos se apoderaron de sus corazones. Fue Illampu quien, dominado por la envidia, decidió iniciar una guerra para apagar para siempre la luz de su rival. Siguiendo el consejo de sus sabios, declaró la guerra al rey Illimani.

La batalla fue brutal. Aquellos pueblos pacíficos comenzaron a luchar entre sí. Illampu e Illimani se enfrentaron cara a cara y ambos quedaron mortalmente heridos. Antes de morir, llamaron a sus hijos y les pidieron que vengaran su muerte. Aunque Astro Rojo y Rayo Dorado no deseaban la guerra, cumplieron la última voluntad de sus padres.

Así comenzó un nuevo conflicto. La violencia volvió a azotar a los reinos, hasta que finalmente los dos príncipes se enfrentaron en un combate mortal. En sus últimos momentos, no mostraron odio, sino todo lo contrario: se abrazaron como hermanos. Ese gesto de amor y reconciliación trajo de inmediato la paz entre los pueblos.

En ese instante, la tierra tembló, y de ella emergió la diosa Pachamama. Felicitó a los jóvenes por su valentía y amor, y condenó el orgullo y odio de sus padres. Señaló las estrellas blancas de Illampu e Illimani, que perdieron su brillo y cayeron del cielo, transformándose en dos enormes masas grises en medio de la cordillera de los Andes.

La diosa anunció que del abrazo fraternal de Astro Rojo y Rayo Dorado nacería un nuevo pueblo, basado en la paz y el amor. Sus colores serían el rojo, el amarillo y el verde, símbolo de la esperanza. Los príncipes fueron enterrados juntos en el valle donde habían combatido.

Años después, aunque los pueblos seguían divididos, las lágrimas de rabia y tristeza que caían de los montes Illampu e Illimani bajaron por sus laderas hasta la tumba de los jóvenes. Allí, al tocar la tierra, brotó una flor milagrosa: la kantuta, con los colores rojo, amarillo y verde.

Con el tiempo, tal como lo profetizó Pachamama, nació un nuevo pueblo: el pueblo boliviano, que adoptó la kantuta como símbolo de su identidad y sus valores.

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