Gilberto Rojas Enríquez, el maestro Boliviano que inmortalizó el folklore

Cuando hablamos de grandes exponentes de la música boliviana, es imposible no mencionar a Gilberto Rojas Enríquez, un hombre que no solo dejó un legado musical invaluable, sino que también fue un educador comprometido y compositor apasionado por las raíces culturales de su país. Su historia es una mezcla de talento, patriotismo y amor por el folklore, ideal para inspirar a estudiantes y jóvenes interesados en el arte y la identidad cultural.
Nacido en Oruro, el 10 de marzo de 1916, Gilberto Rojas fue hijo de Juan Rojas e Irene Enríquez. Desde muy pequeño mostró una sensibilidad musical extraordinaria. A los 3 años, recibió como regalo un charango, instrumento que marcaría el inicio de una carrera brillante. Su madre, con formación musical nacionalista, fue su primera guía y fuente de inspiración.
Rojas estudió en las escuelas Agustín Aspiazu y el Instituto Americano de La Paz. Más tarde ingresó al Conservatorio Nacional de Música, y perfeccionó su arte en la Academia del maestro Clemens en Buenos Aires, Argentina. Su pasión por la música no solo lo llevó a ser un gran compositor, sino también un profesor de Educación Musical, comprometido con la enseñanza en distintos colegios de La Paz y en la Universidad Túpac Katari.
Un héroe y artista del pueblo
Gilberto Rojas no solo destacó en la música, también sirvió a su país como combatiente en la Guerra del Chaco a los 16 años. En el campo de batalla vivió experiencias extremas que casi le costaron la vida, pero fue rescatado y atendido por el doctor Frank S. Beck, lo que le permitió regresar al frente. Por su valor, fue condecorado con "La Cruz de Bronce".
Después de la guerra, su sensibilidad musical se amplificó. Fue durante las Olimpiadas Nacionales de 1936 en La Paz donde se enamoró del ritmo del taquirari, lo que lo impulsó a crear obras como “Tiquiminiqui”, “Caña de Azúcar” y “Dame un besito”, reflejando el alma del oriente boliviano.
El legado musical de Gilberto Rojas
Gilberto Rojas compuso más de 400 piezas musicales, muchas de las cuales hoy forman parte del patrimonio cultural boliviano. Entre sus obras más conocidas están:
Viva Santa Cruz
Negrita
Dios te guarde Madrecita
Flor de Chuquisaca
Viva Cochabamba
Luna Chapaca
Cunumicita
Ojos azules
Sus composiciones fueron grabadas por importantes sellos como Odeón, RCA Víctor y Discos Méndez. Además, llevó el folklore boliviano al extranjero, incluso a Hollywood en 1967, con su obra “Hollywood de mi corazón”, en ritmo de taquirari.
Fue parte de grupos musicales como el trío Indios Latinos, el dúo Las Kantutas y las Hermanas Espinoza, que ayudaron a difundir su música por América Latina. Su labor fue reconocida con múltiples premios y distinciones, entre ellos la "Orden del Cóndor de los Andes" en 1956 y el Premio Andrés Bello en Venezuela.
Maestro y formador de nuevas generaciones
Además de su trabajo como compositor, Gilberto Rojas fue un educador notable. Enseñó en instituciones como Don Bosco, Ayacucho, Sagrados Corazones, y muchas más. Fue también Jefe de la sección Folklórica del Ministerio de Educación, desde donde promovió el fortalecimiento de la música tradicional en las escuelas.
Sus hijos continuaron con su legado: Gilberto Rojas Jr. recopiló su historia en el libro "Gilberto de Bolivia", mientras que Andrés Rojas Luna fundó el Festijazz en su honor.
Un legado que perdura
A pesar de su fallecimiento en La Paz el 21 de marzo de 1983, Gilberto Rojas Enríquez sigue vivo en la memoria de los bolivianos. Su música es interpretada en conciertos, festivales y actos escolares. Sus composiciones traspasaron fronteras, siendo traducidas a idiomas como el inglés, japonés, italiano y portugués.
Estudiar su vida no solo es conocer la historia de un músico, sino comprender la importancia de preservar la identidad cultural, valorar el arte nacional y reconocer el rol del educador como agente transformador.
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