La Batalla épica junto al pueblo del “tata Belzu” junto al pueblo contra Melgarejo

Hoy vamos a aprender sobre un personaje muy importante de la historia de Bolivia: Manuel Isidoro Belzu, conocido por muchos como el “Tata Belzu”. Esta historia es como una película de acción, pero fue real. Habla de valentía, liderazgo, y sobre todo, del amor de un pueblo por su líder.
¿Quién fue el “Tata” Belzu?
Manuel Isidoro Belzu fue presidente de Bolivia, pero más allá del cargo, fue un líder carismático y muy querido por el pueblo. Durante su gobierno, se enfrentó a muchas personas que no estaban de acuerdo con él, y después de años de lucha política, en 1855 decidió dejar la presidencia y exiliarse a Europa.
Allá vivió por diez años, pero nunca se olvidó de Bolivia. Mientras tanto, en el país gobernaba el general Mariano Melgarejo, un militar fuerte, con una forma de gobernar muy autoritaria. Muchos bolivianos no estaban de acuerdo con él, y esperaban el regreso de Belzu.
El regreso soñado
Cuando Belzu decidió volver a Bolivia, su llegada fue como un sueño hecho realidad para el pueblo. Desde que puso pie en Corocoro, cerca de La Paz, la gente lo recibía con abrazos, flores y lágrimas. Soldados y campesinos le mostraban respeto. Todos querían verlo, tocarlo, escucharlo. En Viacha, en El Alto, y finalmente en La Paz, las multitudes lo aclamaban al grito de “¡Tata Belzu!”.
Hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños se unieron a él. Las mujeres le regalaban armas decoradas con flores. Los niños querían ser su guardia personal. Los jóvenes se le acercaban con fusiles y los comerciantes del mercado le donaban dinero. La ciudad entera se transformó. Parecía una revolución espontánea, una fiesta popular.
Problemas en medio del entusiasmo
A pesar de tanto cariño, Belzu se sintió abrumado. Diez años en Europa lo habían alejado de la vida política y militar boliviana. Ya no era el mismo joven coronel de antes. No tenía un equipo de confianza, porque sus antiguos colaboradores habían sido eliminados. Estaba solo para organizar todo ese entusiasmo popular en una verdadera defensa.
Melgarejo, al enterarse del regreso de Belzu, se preparó para atacar La Paz con un ejército bien armado de 1600 hombres. Belzu propuso enfrentarlos en el altiplano, pero los paceños sabían que eran más fuertes dentro de su ciudad que en campo abierto. Por eso, decidieron resistir desde dentro, construyendo barricadas en todas las calles.
La ciudad se defiende
Lo que vino después fue asombroso. Miles de personas —hombres, mujeres y niños— trabajaron toda la noche a la luz de fogatas. Usaron piedras, adobes, troncos y lo que encontraban para construir las barricadas populares. En pocas horas, La Paz se convirtió en una ciudad fortificada.
Las calles del Comercio, San Pedro, La Merced, Santa Bárbara, Villamil y muchas más fueron cerradas con barricadas. Los tiradores se ubicaron en las torres de las iglesias y los tejados, listos para defender la ciudad.
Melgarejo ataca
El ataque comenzó a las 11 de la mañana. El ejército de Melgarejo, con artillería, caballería e infantería, entró por cuatro puntos diferentes. La ciudad tembló con los cañonazos y disparos. Pero las barricadas resistieron. Las zanjas impidieron el paso de los cañones y la caballería no pudo avanzar.
Desde las ventanas y las torres, los francotiradores paceños defendieron cada rincón. En la calle del Comercio, usaron partes de una puerta gigante como puente para mover un cañón. En La Merced, los soldados del gobierno rompieron puertas a cañonazos, pero se encontraron con una resistencia feroz dentro del templo. Fue un combate sangriento.
Mientras tanto, Melgarejo observaba desde lejos, protegido, enviando a sus soldados al peligro. La gente decía que él estaba tan cubierto que fue el único que no recibió ni un rasguño. En cambio, el suelo quedó lleno de cadáveres.
La victoria del pueblo
Después de varias horas de lucha intensa, el fuego empezó a disminuir. El pueblo estaba cansado, pero no se rendía. Melgarejo se dio cuenta de que había perdido. Sus tropas estaban desorganizadas y algunos de sus soldados pedían rendirse a gritos. Otros cambiaban de bando y se unían a los defensores.
Finalmente, Melgarejo huyó por las calles vacías, con sólo unos pocos hombres. La ciudad quedó en silencio, con el olor de la pólvora en el aire y la sensación de una gran victoria popular.
Un final trágico
Aunque Belzu y el pueblo habían ganado esa batalla, el final fue triste. En medio de la confusión, Melgarejo logró ingresar al Palacio Quemado, donde estaba Belzu. Lo asesinó de forma traicionera. Así terminó la vida de un hombre que nunca dejó de luchar por su pueblo.
Pero su muerte no fue en vano. Hoy lo recordamos como un símbolo de lucha, valor y amor por la justicia. Su historia sigue viva en las calles de La Paz, en los libros y en el corazón de los bolivianos.
Reflexión para los estudiantes
Esta historia nos enseña que un líder no necesita grandes ejércitos para ser fuerte, sino el apoyo de su gente. También nos recuerda que cuando un pueblo está unido, puede hacer cosas increíbles, incluso defender su ciudad con barricadas hechas por niños, madres y abuelos.
Belzu no solo fue un presidente. Fue un símbolo de resistencia. Y aunque murió, su legado sigue vivo. Hoy, más que nunca, es importante conocer nuestra historia y entender que la fuerza del pueblo puede cambiar el rumbo de una nación.
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